Enlace Judío México e Israel – Nos acercamos a la festividad de Rosh Hashaná, y aprovechamos este momento para hablar del Calendario Hebreo, una obra maestra del cálculo astronómico y la matemática aplicada a la medición del tiempo.

El tema es complejo, pero fascinante. A partir de dos premisas muy sencillas —los meses deben comenzar con la Luna Nueva y Pésaj debe celebrarse en primavera—, la tradición judía construyó uno de los sistemas de medición del tiempo más sofisticados de todo el mundo. Lo que podría parecer muy sencillo e incluso solucionable por mera observación directa de la luna, se convirtió en un dolor de cabeza cuando hubo que organizar las cosas de tal modo que festividades como Yom Kippur y Sukot, por un lado, y el Shabat, por el otro lado, no se cruzaran de tal modo que nos viésemos obligados a violentar las leyes de unos u otros (por ejemplo: si Yom Kippur y su riguroso ayuno se llevaran a cabo desde un jueves en la tarde hasta un viernes en la tarde, no se podría romper el ayuno porque de inmediato habría Shabat y no se podría cocinar). La solución fue determinar que Rosh Hashaná no debe caer en Domingo, Miércoles o Viernes.

Pero ¿cómo podemos asegurarnos de que eso suceda sin que se violen las premisas básicas ya mencionadas (el inicio de cada mes durante la Luna Nueva y Pésaj como fiesta primaveral)?

Para ello nos inventamos los años embolismales (dependiendo de cuántos meses haya cada año), o los años incompletos, normales y preñados (dependiendo de cuántos días haya en cada año). El resultado es que somos la única cultura en la Historia que puede tener años de 353, 354, 355, 383, 384 o 385 días.

Ahí está la grandeza científica del Calendario Hebreo. Al igual que todos los grandes calendarios de la humanidad, pasó por tres etapas de evolución. En la primera y más antigua, todo se resolvía por observación directa del cielo; es decir, de manera empírica. Luego vino una etapa intermedia en la que la observación directa comenzó a alternarse con el cálculo astronómico. Finalmente, a partir de mediados del siglo IV se introdujeron las reformas de Hillel II. Dichas reformas no cambiaron el calendario como tal, sino que plantearon un método matemático de gran precisión para poder calcular sin margen de error cuándo debe darse un año normal o embolismal, y cuándo un año normal o embolismal debe ser incompleto, normal o preñado.

El resultado es formidable: Yom Kippur, Sukot y Shabat nunca se cruzan de tal manera que tengamos que violentar las normas de alguno de ellos, los meses siempre comienzan con la Luna Nueva, y Pésaj siempre se celebra en la primavera.

Ciencia pura, matemática aplicada.


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